El factor más crucial aquí es prevenir la obesidad. “La obesidad significa que es más probable tener colesterol alto, diabetes y presión arterial alta”, dice Tabet. Durante un período prolongado, dice, las tres cosas “comenzarán a causar daño a las arterias y provocarán un aumento de la inflamación en el cerebro”.
“Se ha descubierto que el contenido de la sangre sufre algunos de los mayores cambios entre los 40 y los 50 años”, y algunos estudios han descubierto que algunas proteínas inflamatorias “aceleran el envejecimiento del cerebro y predicen la salud cognitiva futura, a veces durante décadas”.
Lo que comemos también es esencial, ya que las dietas pueden afectar aspectos como el estrés oxidativo (el desequilibrio entre los radicales libres y los antioxidantes en el cuerpo, que puede causar daño a los órganos) y la inflamación, que se ha descubierto que desempeña un papel clave en la aparición y Progresión del Alzheimer (la forma más común de demencia).
Dos regímenes han demostrado posibles beneficios cognitivos para la salud: la dieta mediterránea y Mind (un híbrido de la mediterránea y los enfoques dietéticos para detener la hipertensión, o Dash). Los primeros priorizan al menos tres raciones de pescado a la semana, legumbres, frutos secos, verduras y frutas; este último destaca las verduras de hojas verdes (como la lechuga romana y la col rizada) y las bayas (sobre otras frutas). No se ha demostrado de manera concluyente que ningún alimento específico, ni el momento en el que consumirlo, reduzca el deterioro cognitivo, pero se cree que los arándanos, la curcumina (que se encuentra en la cúrcuma) y las verduras de hojas verdes tienen propiedades antiinflamatorias.