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Se descubre que cabecear en el fútbol perjudica la función cognitiva

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Un estudio reciente sobre jugadores de fútbol encontró que cabecear un balón de fútbol puede afectar la función cognitiva y alterar la organización de los procesos neuronales asociados con esta actividad. Los hallazgos fueron publicados en Fronteras en la neurociencia humana.

El cabeceo en el fútbol es una técnica en la que los jugadores usan la frente para golpear y dirigir el balón. Se utiliza comúnmente para pasar, marcar goles y despejar defensivos. Un rumbo eficaz requiere sincronización y posicionamiento precisos y la capacidad de generar potencia y precisión con la cabeza. Los jugadores suelen practicar ejercicios de cabeceo que mejoran su capacidad para juzgar el vuelo y el impacto de la pelota.

Sin embargo, estudios recientes sugieren que los impactos repetidos de un balón de fútbol se asocian con un mayor riesgo de enfermedades neurodegenerativas en el futuro. Los futbolistas, a excepción de los porteros, tienen 3,5 veces más probabilidades de sufrir enfermedades neurodegenerativas en comparación con los porteros y la población general. El riesgo es cinco veces mayor para los jugadores en posiciones defensivas, donde los cabeceos son más frecuentes. Un estudio reciente demostró que jugar regularmente al fútbol durante solo dos semanas puede aumentar los síntomas neurológicos.

El autor del estudio, Johnny VV Parr, y sus colegas se propusieron explorar cómo un breve episodio de cabezazos repetitivos en el fútbol afecta el control del movimiento del cerebro y la comunicación entre la corteza y los músculos. Compararon a individuos que practicaban fútbol real con aquellos que realizaban la misma tarea en realidad virtual, donde no se produjo ningún impacto físico.

Los investigadores plantearon la hipótesis de que el grupo que practicaba cabeceos en realidad virtual mostraría una mayor exactitud y precisión de los movimientos, acompañada de aumentos en indicadores específicos de actividad cerebral medidos mediante electroencefalografía (EEG) y electromiografía (EMG). Se esperaba que estas mejoras estuvieran ausentes o reducidas en el grupo que practicaba fútbol de cabeza real.

En el estudio participaron 60 jugadores de fútbol, ​​divididos equitativamente entre hombres y mujeres, con una edad promedio de 24 años. La mayoría eran jugadores recreativos, mientras que seis eran semiprofesionales. La mayoría eran mediocampistas o defensores, y ninguno reportó antecedentes de conmociones cerebrales.

Al llegar al laboratorio, los participantes primero completaron la prueba de King-Devick, una prueba de funcionamiento cognitivo indicativa de traumatismo craneoencefálico o conmoción cerebral. También respondieron preguntas sobre los síntomas de una conmoción cerebral. Luego, los investigadores les equiparon con equipos de EEG y EMG y les pidieron que apretaran un dinamómetro y completaran una evaluación neuropsicológica.

Luego, un grupo procedió a cabecear un balón de fútbol lanzado desde 13 metros 20 veces, mientras que el segundo grupo realizó la misma tarea en realidad virtual. Los participantes ejecutaron un cabezazo defensivo sin saltar. Luego, volvieron a realizar la prueba de King-Devick y respondieron preguntas sobre los síntomas de la conmoción cerebral.

Los resultados mostraron que el 90% de los participantes que practicaban fútbol real experimentaron síntomas de conmoción cerebral, en comparación con sólo el 10% en el grupo de realidad virtual. Las aceleraciones de la cabeza fueron mayores en el grupo de pelota real.

En la prueba de King-Devick, el grupo de pelota real no mostró cambios en la velocidad de reacción pero cometió más errores. El grupo de realidad virtual mostró reacciones más rápidas y menos errores después de la práctica.

Ambos grupos demostraron contracciones de fuerza más precisas después del entrenamiento. Sin embargo, el grupo de realidad virtual mostró una actividad cerebral general elevada, incluido un aumento de la actividad theta frontal y la actividad alfa y beta global durante la tarea de contracción. El grupo de pelota real exhibió una coherencia corticomuscular elevada, lo que indica una mejor conectividad entre la actividad cerebral y muscular.

“Nuestros hallazgos indican que un breve cabezazo en el fútbol puede afectar la función cognitiva y alterar la organización de los procesos neuronales eficientes que normalmente acompañan al dominio de las habilidades motoras. Los cabeceos en el fútbol también indujeron hiperconectividad corticomuscular, lo que podría representar una comunicación compensatoria entre el cerebro y los músculos y una asignación ineficiente de mayores recursos neuromusculares relacionados con las tareas”, concluyeron los autores del estudio.

Este estudio destaca los efectos de los golpes de balón en la cabeza en el fútbol sobre el funcionamiento cognitivo. Sin embargo, los autores observaron que los impactos en la cabeza en este estudio fueron generalmente más débiles que los experimentados por los jugadores de fútbol de élite. La duración de los cambios observados sigue siendo desconocida.

El artículo, “El cabeceo en el fútbol altera inmediatamente la función cerebral y la comunicación cerebro-músculo”, fue escrito por Johnny VV Parr, Liis Uiga, Ben Marshall y Greg Wood.