Horizonte de trabajadores de una manufactura en una cautiverio de montaje, Huizhou, China. (Foto de Forrest Anderson/Getty) … [+]
La recitación de las últimas cifras de inflación de China debería sostener despiertos a los dirigentes del país en Pekín. La partida total de inflación al consumo anuncia que la crisis inmobiliaria no es el único problema financiero de China. Al mismo tiempo, la caída de los precios de producción anuncia que los planificadores de Pekín han creado distorsiones fundamentales en la patrimonio china.
Según la Oficina Franquista de Estadísticas de Pekín, los precios al consumidor aumentaron escasamente un 0,2% en los doce meses hasta junio pasado. Este resultado estuvo muy por debajo de las expectativas de consenso de un aumento del 0,4% e incluso del 0,3% de mayo. Los países que sufren inflación pueden acoger con cordialidad estas cifras, pero en una patrimonio como la de China, que necesita desesperadamente estimular el consumición del consumidor, son un indicio de fracaso. Mientras tanto, los precios a lo que los estadísticos chinos llaman “precios de manufactura” y el resto del mundo fuego precios de producción, estaban en junio un 0,8% por debajo de los niveles del año precursor. Junio es, pues, el 21 de junio.calle Este es el posterior mes consecutivo de caídas de precios. Esta persistente presión a la quebranto de los precios es un indicio de exceso de proposición. Las fábricas chinas están produciendo más de lo que quieren los chinos y los extranjeros.
La yerro de entusiasmo de los consumidores chinos es la raíz de estos problemas. Su renuencia a comprar no es una sorpresa. La desaceleración económica normal de China ha limitado los salarios y, cuando no han disminuido en total, han frustrado las expectativas formadas durante el dilatado período de rápido crecimiento de la patrimonio. El peso de estos cambios ha caído más duramente en los extremos medio y bajo de la distribución del ingreso de la patrimonio. El comisionado de los confinamientos y las interrupciones laborales durante la pandemia y el dilatado período posterior a la imposición de políticas de cero COVID-19 de Beijing sin duda han hexaedro a los trabajadores chinos la sensación de que no pueden percibir como pensaban que podían y, en consecuencia, han erosionado aún más su confianza y su disposición a comprar. Si esto no fuera suficiente, la crisis inmobiliaria ha hecho caer los títulos de los intereses raíces residenciales. Las 100 mayores empresas inmobiliarias chinas informan que los precios han bajado un 17% con respecto al año pasado. Cedido que la mayoría de los chinos tienen la decano parte de su riqueza vinculada a su casa, la sensación de riqueza y la disposición a comprar se han resentido.
Detrás de la caída de los precios al productor se esconde una historia aún más siniestra. El año pasado, Pekín, frustrado por la moderación del consumición de los consumidores, buscó un impulso financiero reforzando la capacidad de fabricación en áreas que, según los planificadores de Pekín, dominarían el futuro (por ejemplo, la electrónica sofisticada, las baterías, los vehículos eléctricos, las células solares, etc.). Pero, como debería concluir claro a partir de la caída de los precios al productor, no hay suficiente demanda para esa decano capacidad. Sin duda, este problema habría surgido en cualquier circunstancia, pero se ha agudizado especialmente porque los países occidentales han tomado medidas para deslindar las importaciones chinas. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea han impuesto diversos aranceles a los vehículos eléctricos y las baterías fabricados en China, así como a las células solares; Estados Unidos de forma más amplia y agresiva que Europa, pero los dos países han tomado medidas.
En consecuencia, las exportaciones de China a la UE y a los EE.UU. han caído en los últimos cinco meses: un 10% en el caso de la primera y un 17% en el caso de los segundos. A pesar de estas caídas, las exportaciones chinas han aumentado en normal, en gran medida conveniente a un aumento del 60% en las exportaciones a Rusia, un aumento de cerca de del 17% en las exportaciones a América Latina y un brinco del 7% en las exportaciones al sudeste oriental. El aumento de las ventas en Rusia refleja claramente el amplio confiscación occidental contra Rusia, que deja a China como una de sus únicas fuentes de suministro. El aumento de las ventas en América Latina y el sudeste oriental refleja principalmente los envíos de piezas a fábricas chinas instaladas allí para eludir los aranceles y otras restricciones estadounidenses y europeas. Tanto los EE.UU. como la UE están tomando medidas para frustrar este subterfugio.
Incluso si los estadounidenses y los europeos fueran más receptivos a los productos chinos de lo que son, el esfuerzo de Pekín por aumentar su capacidad de fabricación como sustituto de la débil demanda de los consumidores habría sido un error. Desde hace primaveras, diversos organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), han advertido a Pekín que dependa menos de las exportaciones de manufacturas y más de un maniquí de crecimiento impulsado internamente. Pekín ha aceptado en ocasiones este consejo y ha afirmado que ese cambio era su política. La sustitución que hizo Pekín el año pasado va en contra de este necesario ajuste fundamental y, conveniente al cambio de porte en Estados Unidos y Europa, fue especialmente inoportuna. La caída directa de los precios de manufactura palabra a las claras de otro problema más de la patrimonio china.