La pandemia de COVID-19 ha sido una de las mayores crisis de salud pública de los tiempos modernos y ha puesto de manifiesto graves fallos en los sistemas de salud pública mundiales. Estados Unidos no fue el único país que respondió con lentitud.
Todos recordamos cuando las pruebas eran inaccesibles y la comunicación sobre prácticas seguras era inconsistente. Igualmente importante, su código postal y otros datos demográficos eran (y siguen siendo) fundamentales para sobrevivir a un diagnóstico.
A pesar de los obstáculos, se establecieron alianzas para invertir en nuevas tecnologías y desarrollar una vacuna. La comunidad científica logró avances extraordinarios gracias a una colaboración notable.
Sin embargo, en el ámbito de la salud pública surgieron problemas con la distribución de las vacunas y la percepción de su seguridad. La desinformación, la atención desigual y la toma de decisiones desequilibrada no ayudaron.
Si bien Colorado tuvo un mejor desempeño que otros estados, las grietas en el sistema de salud pública eclipsaron las extraordinarias contribuciones que hicieron nuestros profesionales, a pesar de los menores recursos financieros y otros obstáculos. ¿Qué podemos aprender de las alianzas que nos brindaron nuevos y emocionantes tratamientos? ¿Cómo abordamos las deficiencias de los sistemas de salud?
Como decano de la única escuela de salud pública de la región, he cuestionado la falta de inversiones transformadoras en materia de salud pública. Ahora que la COVID-19 recibe menos atención, ¿estamos invirtiendo en las personas que nos ayudaron a superar la pandemia? ¿Estamos pensando en la próxima emergencia y en el papel de la salud pública?
Hasta ahora no se han hecho inversiones enormes en salud pública; más bien, prácticamente han desaparecido.
En mi opinión, la salud pública se enfrenta a tres mitos muy extendidos: no es atractiva, no es una ciencia y es invisible hasta que fracasa. Tenemos que cambiar estas percepciones ahora.
Mito n.° 1: La salud pública no es atractiva
Los descubrimientos científicos son apasionantes. La idea de un medicamento milagroso es tentadora. La esperanza de que se produzca un descubrimiento sigue siendo alta, independientemente de los riesgos, los costos, el tiempo y las posibilidades de éxito.
Sin embargo, los avances en materia de salud pública son igualmente apasionantes. Pero, ¿están atentos los grandes financiadores, los gobiernos, el sector privado y otros?
Los avances en materia de salud pública han cambiado el curso de la historia y han evitado innumerables muertes. Durante los primeros 10 meses posteriores a la disponibilidad de la vacuna contra la COVID-19, se salvaron más de 200.000 vidas en Estados Unidos
Este éxito debe celebrarse, pero los logros generalizados y verdaderamente notables de la salud pública (monitoreo de datos en tiempo real, adopción de vacunas, etc.) no se promocionaron como salvadores de vidas.
Quienes trabajan en el ámbito de la salud pública deben pensar en cómo hacer que su labor sea más atractiva y crear una narrativa que refuerce nuestro trabajo. El campo mejora las vidas para que la vida sea más placentera. Los habitantes de Colorado comprenden la importancia del aire fresco de las montañas, el agua potable segura y los espacios verdes preservados. La salud pública es fundamental para estos atributos.
Mito n.° 2: La salud pública no es una ciencia
La Asociación Estadounidense de Salud Pública define la salud pública como “un campo basado en la ciencia y respaldado por evidencia que se esfuerza por brindar a todos un lugar seguro para vivir, aprender, trabajar y jugar”.
Desde la pandemia, la salud pública ha quedado en entredicho. La ciencia se ha perdido en la traducción y el arte de compartir nuestro impacto se ha desvanecido.
Para cambiar esta percepción, los profesionales de la salud pública deben comunicar las consideraciones y el rigor que están implícitos en todo lo que hacemos. Tendemos a la humildad, a pesar de la evidencia que demuestra grandeza.
Recientemente, la gripe aviar se ha propagado a las vacas en el norte de Colorado y hay cada vez más preocupaciones sobre su transmisión a los seres humanos. Los profesionales de la salud pública están mejor preparados para desarrollar respuestas a las crisis latentes porque la profesión se encuentra en el nexo de unión entre la salud, el comportamiento, el medio ambiente, las políticas y más. La totalidad del trabajo hace que la salud pública sea indispensable.
Mito nº 3: La salud pública es invisible hasta que falla
A pesar de las dificultades para lograr su atractivo y de los conceptos erróneos sobre la ciencia, la salud pública tiende a ser invisible. Se da por sentada porque forma parte de la vida cotidiana.
En la actualidad, la alimentación segura, el lavado de manos y las políticas de no fumar son la norma. Cuando se introdujeron leyes sobre el uso del cinturón de seguridad en la década de 1980, generaron divisiones. Ahora, los cinturones de seguridad son fácilmente aceptados y son el medio más eficaz para prevenir lesiones y muertes en caso de accidente.
En cambio, la crisis del agua de 2014 en Flint (Michigan) es un claro ejemplo de cómo las prioridades de salud pública, cuando se enfrentan a la resistencia política o a un liderazgo deficiente, pueden ser perjudiciales para todos. Nos corresponde recordar a nuestros vecinos, a los responsables de las políticas, a los financiadores y a otros el valor de las intervenciones de salud pública. De ese modo, podemos recuperar la confianza y adoptar nuevas estrategias para que las comunidades sean más seguras.
La salud pública salva vidas. La salud pública es una ciencia. A veces es invisible porque funciona. No hay suficientes recursos para tratar a todas las personas que necesitan asistencia médica. La salud pública previene las enfermedades que requieren tratamiento médico.
Estos mitos obstaculizan los avances en materia de salud pública y debemos trabajar juntos para disiparlos. Si articulamos la ciencia y el entusiasmo como parte de nuestra educación y preparación de la fuerza laboral y mejoramos lo que hacemos en todas las comunidades, los habitantes de Colorado tendrán un futuro más saludable.
La salud pública tiene un problema de relaciones públicas; juntos podemos solucionarlo.
La Dra. Cathy J. Bradley es decana de la Escuela de Salud Pública de Colorado y subdirectora del Centro Oncológico de la Universidad de Colorado. La Escuela de Salud Pública de Colorado es una asociación formada por la Universidad de Colorado, la Universidad Estatal de Colorado y la Universidad del Norte de Colorado.
The Colorado Sun es una organización de noticias no partidista, y las opiniones de los columnistas y editorialistas no reflejan las opiniones de la sala de redacción. Lea nuestra política ética para obtener más información sobre la política de opinión de The Sun. Aprenda a enviar una columna. Comuníquese con el editor de opinión en opinion@coloradosun.com.
Siga la opinión de Colorado Sun en Facebook.