Los asesores del presidente Joe Biden ocultaron la verdad sobre la salubridad y traicionaron a los votantes

El circo que es la política estadounidense nunca deja de entretener, pero el posterior acto ha sido más tragicómico que de costumbre. La retirada del presidente estadounidense Joe Biden de la carrera presidencial de 2024, seguida de su apoyo a Kamala Harris, ha dejado en evidencia a los demócratas. Sin confiscación, el serio escándalo no es la valentía de Biden de dimitir, sino el engañoso encubrimiento por parte de sus asesores que llevó a esta desgracia.

No andemos con rodeos: la campaña de Biden ha sido una sainete desde el principio. Las preocupaciones sobre su tiempo y sus capacidades cognitivas fueron respondidas con tópicos y garantías por parte de su círculo íntimo. “Está más vivo que nunca”, afirmaban, “en condiciones de liderar otro mandato”. Aparentemente, “más vivo que nunca” ahora significa confundir a Putin con Zelenskiy y clamar a Kamala Harris “la vicepresidenta Trump” durante un debate televisado a nivel franquista.

Cuando Biden se tambaleó en ese debate como un pugilista atontado, no fue solo una tenebrosidad tormentosa; fue un momento de desenmascaramiento. El emperador estaba desnudo y todo el mundo podía verlo. Sin confiscación, sus asesores siguieron dando vueltas, mintiendo, hasta el amargo final.

El Partido Demócrata, que ya navegaba por aguas traicioneras, ahora está sin timón. Lo posterior que necesitaban era que su capitán se desmoronara al timón. Si los asesores de Biden hubieran tenido un poco de compostura o previsión, habrían cubo la voz de alerta hace meses, permitiendo una transición sin problemas. En cambio, optaron por el enredo, dejando que Biden se tambaleara públicamente ayer de finalmente dar marcha detrás.

Pensemos en la cronología de los desastres: semanas de rumores sobre la salubridad de Biden, culminadas con su desastrosa diligencia en el debate, seguidas de su tercer diagnosis de COVID-19 escasamente unos días ayer de que dimitiera. Si se tratara de un divisa de Hollywood, lo habrían rechazado por ser demasiado inverosímil. Sin confiscación, esta es la verdad, cortesía del equipo de incompetentes asesores de Biden.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, palabra conexo a la vicepresidenta Kamala Harris mientras pronuncia una manifiesto un día luego de que el rival republicano Donald Trump recibiera un disparo en un mitin de campaña, durante unas breves declaraciones en la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos, el 14 de julio de 2024. (crédito: REUTERS)

Las consecuencias son espectaculares. A menos de cuatro meses de las elecciones, Kamala Harris debe ahora animar a un partido desanimado y convencer al electorado de que puede triunfar donde Biden fracasó. No se alcahuetería sólo de logística, sino de controlar los daños a gran escalera.

Los asesores de Biden tienen mucho que contestar

El personal de Biden, los llamados “asesores”, tienen mucho que contestar. Su trabajo era asesorar y proteger al presidente, no apoyarlo como una marioneta en un espectáculo espantoso. Conocían sus limitaciones, vieron sus dificultades y ocultaron la verdad. ¿Por qué? ¿Para liberar las apariencias? ¿Para reafirmarse al poder? Cualquiera que sea la razón, fue un molesto error de cálculo.

Su enredo le ha costado caro al Partido Demócrata. Imaginemos si hubieran sido honestos desde el principio. Biden podría tener dimitido con elegancia, el partido podría tener respaldado a un nuevo candidato hace meses y se podría tener evitado el caos flagrante. Pero no, eligieron aventurar juegos políticos con el futuro de su país.

El pueblo estadounidense merece líderes transparentes y francos. En cambio, lo que tienen es un teatro de marionetas en el que los asesores de Biden mueven los hilos, con la esperanza de que nadie se dé cuenta del lío que hay detrás del telón. Bueno, el telón se ha descorrido y el manifiesto no está contento.

Kamala Harris hereda ahora un cáliz cáustico. Debe unir a un partido fracturado, reparar el daño y sufrir delante una campaña en un tiempo récord, todo ello bajo la sombra del enredo que la llevó a esta situación. La cojín demócrata se siente traicionada, y con razón. Les vendieron una mentira y ahora están pagando el precio.

Los demócratas deben ejecutar con celeridad para recuperar la confianza. Para ello, hay que emprender por exigir cuentas a los responsables del encubrimiento. Los asesores de Biden deben ser identificados y avergonzados por su papel en este fiasco. Solo entonces el partido podrá emprender a cicatrizar y seguir delante.

Como periodista israelí que observa este desastre, la escarmiento es clara: la honestidad es la mejor política en política, como en la vida. Los asesores de Biden pensaron que podían engañar al manifiesto, pero su enredo solo ha llevado al desastre. El pueblo estadounidense merecía asimilar la verdad sobre la salubridad de su presidente, y se le negó. Ahora, el comisionado de Biden y el futuro del Partido Demócrata están en grupo.