El artículo de la semana pasada analizaba la relación entre la vigor cerebral y el prueba/movimiento. Quiero destacar un capítulo más del compendio de John Medinan “Brain Rules: 12 Principles for Surviving and Thriving at Work, Home, and School” (Las reglas del cerebro: 12 principios para sobrevivir y prosperar en el trabajo, el hogar y la escuela).
Si quieres descubrir más puedes comprar su compendio.
Cuando escuchas a un comunidad de personas mayores cuchichear de sus problemas de vigor, casi siempre surge un tema: el sueño o la desidia de sueño. Al igual que el movimiento, el sueño es un ingrediente secreto para un cerebro sano y, en consecuencia, un ingrediente secreto para un envejecimiento saludable.
El sueño es un gran negocio en la hogaño, y así debería ser. Los investigadores están descubriendo el tremendo impacto que tiene un sueño adecuado. Hoy en día, existen más de 2000 centros y laboratorios acreditados para trastornos del sueño en los EE. UU. Los científicos del sueño, los neurocientíficos y los psicólogos están desentrañando incansablemente los misterios del sueño.
Al contrario de lo que pensamos asiduamente sobre el sueño, en el que el cerebro necesita descansar o estar tranquilo, las pruebas demuestran que el cerebro está increíblemente activo mientras dormimos. Las investigaciones demuestran que todo lo que experimentamos durante el día se procesa por la tinieblas mientras dormimos. Hay pruebas de que así es como se produce el formación.
Está comprobado que yacer sobre un problema puede admitir a la alternativa; de ahí la expresión “Duerme y piensa en ello”.
El popular investigador William Dement, que descubrió el sueño REM, dijo: “Soñar nos permite a todos y cada uno de nosotros estar tranquilos y seguros en estado de trastorno todas las noches de nuestras vidas”.
Como mencioné en la columna de la semana pasada sobre la importancia del movimiento, la penuria de sueño del cerebro es el requisito opuesto. Medinan dijo: “El cerebro está en un estado constante de tensión entre las células y sustancias químicas que intentan hacerte yacer y las células y sustancias químicas que intentan mantenerte despierto”.
Los seres humanos funcionan de forma diferente. Algunos son madrugadores, otros noctámbulos. Algunos necesitan yacer más y otros pueden arreglárselas con menos.
Medinan señala un impulso universal: la siesta. ¿Recuerdan la impactante informe de que Lyndon Johnson, el 36º presidente de los Estados Unidos, cerró la puerta de su despacho a media tarde y se puso el pijama para echarse una siesta?
Medinan dijo: “LBJ estaba respondiendo a poco que experimentamos casi todos en el planeta. Tiene muchos nombres: el bostezo del mediodía, el chapuzón a posteriori del tentempié, el sueño de la tarde. Nosotros lo llamamos la zona de la siesta”.
La NASA reconoció la caída de trabajo diurna de los astronautas e incorporó una siesta diaria de 26 minutos para aumentar la productividad.
La desidia de sueño afecta al envejecimiento. Si a una persona de 30 abriles se le priva de sueño durante seis días, la química de algunas partes de su cuerpo pronto retrocederá a la de una persona de 60 abriles. Y cuando se les permita recuperarse, tardarán una semana en retornar a los sistemas de una persona de 30 abriles.
¿Te imaginas lo que la desidia de sueño le puede provocar a una persona de 70 abriles?
Bueno, vamos a echarnos una siesta. No me pondré el pijama, pero me tumbaré boca debajo durante 30 minutos. Nos vemos la semana que viene.
Encuentre el compendio de Connie, “Curas diarias: cabeza para un envejecimiento saludable”, en www.justnowoldenough.com.