“Nuestro líder para siempre” era un eslogan que se veía a menudo en Siria durante la era del presidente Hafez al-Assad, padre del evidente presidente sirio.
La perspectiva de que el severo y severo líder sirio viviera para siempre era una fuente de humor sable para muchos de mis amigos sirios cuando vivía y trabajaba en Alepo a finales de los abriles 1980 y principios de los 1990.
Hafez al-Assad murió en junio de 2000. Luego de todo, no era inmortal.
Su régimen, sin corte, sigue vivo bajo el liderazgo de su hijo Bashar al-Assad.
Hubo momentos en los que la supervivencia del régimen de Bashar parecía estar en duda. Cuando la indicación Primavera Árabe se extendió por toda la región en 2011, derrocando a autócratas en Túnez, Egipto y Libia, y estallaron protestas masivas en Yemen, Bahrein y Siria, algunos comenzaron a escribir epitafios para la dinastía Assad.
Pero los aliados de Siria –Irán, Hezbollah del Líbano y Rusia– acudieron al rescate. Durante los últimos abriles, la lucha en Siria entre un régimen corrupto y formidable de Damasco y una competición dividida, a menudo extremista, parecía congelada.
Una vez rechazado por sus compañeros autócratas árabes, Bashar al-Assad estaba recuperando gradualmente la dudosa respetabilidad que los regímenes árabes se otorgan entre sí.
¿Estaba llegando a su fin la pesadilla de la enfrentamiento civil siria? ¿Había torada Bashar al-Assad? Ciertamente, esa era la suposición de muchos, a pesar de que grandes zonas de Siria estaban controladas por una milicia kurda respaldada por Estados Unidos y facciones suníes apoyadas por Turquía; que Hezbollah, Irán y Rusia apuntalaron al régimen; que Estados Unidos controlaba zonas en el este de Siria; que Israel llevó a parte ataques aéreos cuando y donde lo consideró oportuno; y que ISIS, aunque derrotado, logró propalar ataques de atropello y fuga.
Que el gobierno de Damasco siguiera en pie a posteriori de todo parecía un logro en sí mismo.
Sin corte, era una ilusión de conquista del régimen, repentinamente destrozada esta semana a posteriori de que la competición, encabezada por Jabhat al-Nusra, alguna vez afiliado a Al Qaeda y rebautizado como Hay’at Tahrir al-Sham, lanzó una ataque desde la provincia de Idlib y en escasamente En 72 horas lograron asaltar todo el camino hasta el centro de Alepo.
El sábado por la tarde, las cuentas sirias en las redes sociales hablaban de que las fuerzas gubernamentales estaban colapsando en la parte meta del país, con los rebeldes avanzando en dirección a la ciudad central de Hama. Fue allí, a principios de 1982, donde el padre de Bashar hizo que su ejército y sus servicios de inteligencia masacraran a miles de sus oponentes, poniendo fin a un asonada liderado por los Hermanos Musulmanes.
¿Por qué, en tan sólo unos días, se ha roto la presa?
La explicación obvia es que los aliados secreto de Siria –Rusia, Irán y Hezbollah– están todos bajo presión y bajaron la centinela.
Hezbolá, que desempeñó un papel secreto en el fortalecimiento del régimen durante los días más oscuros de la enfrentamiento civil, retiró a la mayoría de sus tropas de regreso a casa a posteriori del 7 de octubre de 2023 para combatir contra Israel, que seguidamente mató a la mayoría de los altos dirigentes del corro.
Rusia todavía jugó un papel secreto en apuntalar al gobierno de Damasco a posteriori de que envió tropas y aviones de combate a Siria en septiembre de 2015. Sin corte, ahora la principal prioridad de Moscú es la enfrentamiento en Ucrania. Y, finalmente, los asesores y las bases de Irán en Siria han sido objeto de frecuentes ataques por parte de Israel durante el postrer año.
Más allá de todo esto, está la sinceridad básica de la persistencia. La dinastía Assad ha estado en el poder durante 53 abriles, desde 1971. Si adecuadamente su mera supervivencia es un logro, tiene poco más que mostrar a cambio.
La corrupción endémica y la mala diligencia eran una carga para la posesiones incluso antiguamente de que estallara la enfrentamiento civil en 2011. Desde entonces, la vida del sirio promedio ha ido de mal en peor. La enfrentamiento ha dejado cientos de miles de muertos, mientras que millones más han sido desplazados internamente o obligados al expatriación.
Una y otra vez desde 1971, la dinastía Assad ha sobrevivido a desafíos internos y externos y ha vivido para combatir un día más. Sin corte, incompetente, ni los regímenes ni los líderes, dura para siempre. Al final todo llega a su fin.
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