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En 1831, una erupción volcánica masiva enfrió la medio de la Tierra en 1 extremo Celsius e incluso provocó que el Sol apareciera en distintos tonos de púrpura, verde e incluso azur correcto al exceso de dióxido de azufre en la medio.
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Los científicos han intentado durante abriles encontrar al culpable apandillado, y un nuevo estudio que compara fragmentos de hielo polar con muestras del volcán Zavaritskii en las islas Kuriles ha incompatible una coincidencia exacta.
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Este evento está remotamente de ser un caso atípico histórico, por lo que comprender estos eventos podría ayudar a coordinar una respuesta universal cuando ocurra la próxima erupción catastrófica.
“Tiempo desolador, ha vuelto a diluviar toda la sombra y toda la mañana, hace tanto frío como en invierno, ya hay cocaína profunda en las colinas más cercanas”. Estas fueron las palabras del compositor teutón Felix Mendelssohn mientras viajaba por los Alpes en 1831. Sin incomunicación, sólo había un problema: era verano.
En la primavera-verano de 1831, un volcán en algún zona de la Tierra entró en erupción, enviando enormes columnas de dióxido de azufre a la medio, provocando un refrigeramiento universal y obligando a nuestro planeta a nutrir algunas condiciones climáticas extrañas ese año.
Un refrigeramiento universal de un extremo Celsius provocó pérdidas de cosechas y hambrunas en todo el mundo, pero quizás los acontecimientos más extraños fueron una variedad de informes sobre un Sol verde, morado e incluso azur en agosto. En ese momento, los científicos sabían que un volcán era el probable culpable, pero no sabían quién debería cargar con la tropiezo. Ahora, un nuevo estudio realizado por científicos de la Universidad de St. Andrews en el Reino Unido dice que han resuelto el enigma: el culpable es el volcán Zavaritskii en las islas Kuriles al noroeste de Japón.
El autor principal del estudio, el Dr. William Hutchison de la Universidad de St. Andrew, dice que una ruptura en este caso (inusualmente) sin resolver se produjo gracias a los avances en la tecnología que hicieron posible el investigación de más evidencia volcánica. Los resultados del estudio fueron publicados en la revista. Actas de la Institución Franquista de Ciencias (PNAS).
“Sólo en los últimos abriles hemos desarrollado la capacidad de extraer fragmentos microscópicos de ceniza de los núcleos de hielo polar y realizar investigación químicos detallados sobre ellos”, explicó Hutchison en un comunicado de prensa. “Estos fragmentos son increíblemente diminutos, aproximadamente una décima parte del diámetro de un mechones humano”.
A posteriori de que científicos de Rusia y Japón enviaran muestras recolectadas hace décadas de este remoto volcán en la deshabitada isla de Simushir, Hutchison y sus colegas compararon las muestras con los fragmentos de ceniza polar y descubrieron que Zavaritskii coincidía exactamente.
“El momento en el laboratorio en el que analizamos las dos cenizas juntas, una del volcán y otra del núcleo de hielo, fue un auténtico momento eureka”, dijo Hutchison en un comunicado de prensa. “No podía creer que los números fueran idénticos. A posteriori de esto, pasé mucho tiempo investigando la momento y el tamaño de la erupción en los registros de Kuril para convencerme en verdad de que la coincidencia era real”.
La erupción del volcán Zavaritskii, que alteró el clima, está remotamente de ser un caso atípico histórico. La famosa erupción del Monte Tambora en 1815 provocó el posterior Año Sin Verano en los EE. UU. en 1816, con lagos y ríos congelados hasta el noroeste de Pensilvania en julio. En un ejemplo más contemporáneo, la erupción del Monte Pinatubo en Indonesia en 1991 enfrió la medio un extremo Celsius luego de hacer la pelota 15 millones de toneladas de dióxido de azufre a la medio.
Entonces, mientras se resuelve este enigma apandillado persistente, Hutchison advierte que formarse todo lo que podamos sobre estos eventos explosivos puede ayudar a preparar al mundo cuando llegue inevitablemente la próxima erupción masiva.
“Hay tantos volcanes como este, lo que pone de relieve lo difícil que será predecir cuándo o dónde podría ocurrir la próxima erupción de gran magnitud”, dice Hutchison en un comunicado de prensa. “Como científicos y como sociedad, debemos considerar cómo coordinar una respuesta internacional cuando ocurra la próxima gran erupción, como la de 1831”.
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