El regreso de Barnier es una prueba de que Macron detesta a Gran Bretaña

Parece ser una ley de hierro de la política europea que, si un país se enfrenta a un auge populista, pondrá a un eurócrata a cargo para tratar de ayudar bajo control la situación.

Ocurrió en Italia, cuando el expresidente del Prisión Central Europeo Mario Draghi fue renombrado primer ministro en 2021. Ayer de eso, asimismo ocurrió en Grecia, cuando el exdiputado europeo Antonis Samaras, partidario del establishment, tomó las riendas al final de la crisis del euro. Ahora está sucediendo en Francia.

Delante, el zorro plateado Michel Barnier, quien fue seleccionado para hacerse cargo el cargo de primer ministro hoy como la selección sorpresa del atribulado Emmanuel Macron, poniendo fin a dos meses de estancamiento político seguidamente de una selección parlamentaria que salió terriblemente mal para el presidente francés.

Al sabido britano lo primero que le viene a la vanguardia es, obviamente, el papel de Barnier como negociador del Brexit de la Comisión Europea. El intento de Keir Starmer de ganarse la confianza de los estados miembros de la UE perfectamente podría estar complicado por este proclamación, especialmente en un momento de crecientes tensiones anglo-francesas por la inmigración.

A posteriori de ganarle la partida a los débiles y nerviosos negociadores británicos del gobierno de Theresa May, Barnier volvió la examen a casa: una señal de cuán tumultuosa se ha vuelto la situación interna en Francia.

Desde hace tiempo ocupa un banda destacado en el Partido Republicano de centroderecha, que ha perdido mucho ámbito frente a la derecha populista en la última decenio. Buscó (sin éxito) convertirse en su candidato presidencial en 2022 siguiendo el ejemplo del Brexit y haciendo hincapié en su determinación de controlar las cifras de inmigración.

Macron no puede conseguir una mayoría parlamentaria ni siquiera incorporando al partido de Barnier, pero Barnier como primer ministro le da a Macron la apariencia de una oportunidad de estabilizar el barco el tiempo suficiente para tolerar delante un presupuesto de rigidez que consolidará sus reformas ahorrativas de las pensiones del sector sabido.

Los partidos de la izquierda populista se verán inmediatamente atacados por el suave Barnier, pero es más probable que el partido Reunión Franquista de Marine Le Pen se abstenga de presentar una moción de censura anticipada, lo que permitirá que Barnier mantenga el interregno durante unos meses.

Todo el mundo retraso que a mediados de 2025 se celebren nuevas elecciones parlamentarias en Francia. La tarea que tiene por delante Le Pen es nominar el momento y el tema óptimos para aunar fuerzas con la extrema izquierda para desmantelar el nuevo régimen minoritario.

A sus 73 primaveras, este promoción político interno le ha llegado tarde a Barnier. Parece muy improbable que pueda igualar los 22 meses de mandato que Draghi logró en Italia. Es posible que ni siquiera llegue a la Navidad.

Mientras se dispone a ayudar a Macron en un momento de múltiples crisis económicas y sociales, deberíamos desearle lo mejor. Pero asimismo en este lado de La Mancha deberíamos ser perdonados por recordarle de vez en cuando que “el tiempo avanza” en su mandato suplente. Si ese peinado a lo Bryan Ferry se vuelve un poco más descuidado y la sonrisa de poder desaparece de su rostro aún atractivo, hará desidia un corazón de piedra para no reírse.

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