Por primera vez, un estudio ha demostrado que una modificación intensiva del estilo de vida, sin fármacos, puede mejorar significativamente la cognición y la función en pacientes con deterioro cognitivo leve o demencia temprana debido a la enfermedad de Alzheimer.
La enfermedad de Alzheimer, la forma más popular de demencia, es un trastorno cerebral que empeora con el tiempo. Es una enfermedad progresiva que destruye la memoria y otras funciones mentales importantes. Si bien no existe cura, los tratamientos ayudan a disminuir los síntomas.
El estudio clínico, dirigido por el Dr. Dean Ornish y publicado en Alzheimer’s Research and Therapy, ofrece una nueva esperanza para quienes luchan contra esta enfermedad debilitante.
El Dr. Ornish, fundador del Instituto de Investigación de Medicina Preventiva sin fines de lucro y profesor clínico de la UCSF, colaboró con los mejores científicos y neurólogos de los principales centros médicos para el estudio.
“Aunque todavía no tenemos una cura para el Alzheimer, estos resultados ofrecen una forma de mejorar la calidad de vida de muchos pacientes”, afirmó el autor principal, el Dr. Ornish.
En el estudio participaron 51 participantes con deterioro cognitivo leve o demencia temprana de Alzheimer, asignados aleatoriamente a un grupo de intervención intensiva en el estilo de vida o a un grupo de control de atención habitual.
MODIFICACIONES EN EL ESTILO DE VIDA
El grupo de intervención participó en un programa intensivo de estilo de vida con cuatro componentes:
- Una dieta basada en plantas, mínimamente procesada y con alimentos integrales, baja en grasas nocivas, carbohidratos refinados, alcohol y edulcorantes, predominantemente frutas, verduras, cereales integrales y legumbres, además de suplementos seleccionados, con todas las comidas enviadas al domicilio de cada paciente para maximizar el cumplimiento.
- Hicieron ejercicio aeróbico moderado y entrenamiento de fuerza durante al menos 30 minutos por día.
- Manejo del estrés, que incluye meditación, estiramientos, respiración e imágenes, durante una hora al día.
- Grupos de apoyo de una hora tres veces por semana.
Después de 20 semanas, el grupo de intervención mostró mejoras estadísticamente significativas en tres de cuatro pruebas cognitivas estándar en comparación con el grupo de control, que experimentó disminuciones en todas las pruebas.
El grupo de intervención también demostró cambios positivos en los biomarcadores sanguíneos asociados con la enfermedad de Alzheimer, incluida la proporción Aβ42/40, que mejoró significativamente.
Los participantes informaron haber recuperado funciones cognitivas perdidas, como la capacidad de leer y ver películas sin olvidar lo que acababan de leer o ver.
Un antiguo ejecutivo de negocios pudo volver a gestionar sus finanzas y otro participante volvió a preparar informes financieros para la empresa familiar.
El Dr. Rudolph E. Tanzi, de la Facultad de Medicina de Harvard, coautor del estudio, enfatizó el impacto potencial: “Las compañías biofarmacéuticas han gastado miles de millones en medicamentos para el Alzheimer con un éxito limitado. Por el contrario, estos cambios en el estilo de vida mejoraron la cognición y la función en una fracción de el costo, con sólo efectos secundarios positivos”.
El estudio también destacó una correlación dosis-respuesta significativa, mostrando que cuanto más los participantes adhirieron a los cambios en el estilo de vida, mayores fueron sus mejoras cognitivas.
Esta correlación respalda la verosimilitud biológica de los hallazgos y sugiere que los cambios intensivos en el estilo de vida podrían ser más efectivos que los moderados, como la dieta mediterránea.
Las implicaciones se extienden también a la prevención del Alzheimer.
Las nuevas tecnologías pueden predecir el riesgo de un individuo de desarrollar Alzheimer, pero muchos han cuestionado el valor de conocer este riesgo si no hay intervenciones disponibles.
Este estudio ofrece la esperanza de que los cambios intensivos en el estilo de vida podrían prevenir la aparición del Alzheimer.