Al final de su primer orden, el entonces presidente Donald Trump procuró instalar a Kash Patel, un partidario de línea dura del MAGA, como subdirector de la CIA. Mas la directiva de la agencia en ese instante, Gina Haspel, una oficial de inteligencia de carrera, conminó con abandonar en queja y el nombramiento fue frustrado.
Ahora, 4 años después, se considera a Patel una posible elección para directivo de la CIA u otro puesto de seguridad nacional de alto nivel en una segunda administración Trump. Y seguramente esta vez no va a haber absolutamente nadie que se interponga en su camino.
Patel es uno de múltiples aliados políticos cruelmente fieles que el presidente escogido Trump está considerando para inspeccionar la seguridad nacional del país. En su primer orden, Trump chocó a menudo con sus adjuntos y altos funcionarios, a quienes llegó a estimar deficientemente fieles a su agenda.
Esta vez, el presidente escogido está presto a completar su administración con personas que hagan sus resoluciones sin cuestionamientos, conforme fuentes familiarizadas con el proceso de transición.
Marc Short, quien fue jefe de gabinete del exvicepresidente Mike Pence, afirmó que las personas que Trump escogió en su primer orden para dirigir las agencias de inteligencia, incluido Haspel, y los exlegisladores Mike Pompeo y Dan Coats, eran figuras muy capaces que desempeñaron Bueno.
“Había una competencia indiscutible allá”, afirmó Short. “Y creo que sería un fallo ir en una dirección diferente a esa”.
Short añadió: “Ciertamente semeja que ciertas personas que, tal vez, son más estruendosas en su círculo íntimo, están deseosas por un camino diferente”.
A legisladores, ex oficiales de inteligencia y funcionarios occidentales les preocupa que Trump y un conjunto de fieles puedan remodelar la composición y la misión del aparato de inteligencia de la nación.
Se podría presionar a los funcionarios a fin de que sesguen sus descubrimientos para amoldarlos a la agenda política de la Casa Blanca, los aliados podrían reducir el intercambio de información debido al enfoque insolente de Trump cara el secreto y, en el peor caso, las agencias de espionaje podrían transformarse en herramientas de represalia contra las autoridades internas. opositores políticos, afirman los ex oficiales y otros.
“Creo que mucho depende de a quién designen como directivo, adjunto y jefe de operaciones” en la CIA, afirmó un ex alto oficial de inteligencia. Esos nombramientos van a marcar el tono y determinarán si la agencia de espionaje es capaz de sostener estándares profesionales y apolíticos o si se transforma en el propósito de una reforma por motivos políticos, afirmó el ex oficial.
Patel, un crítico abierto de las agencias de inteligencia y del Departamento de Justicia que trabajó en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca a lo largo de la administración Trump, rechazó hacer comentarios. Ha apoyado la aseveración inmotivada de Trump de que las elecciones de dos mil veinte fueron “robadas”.
Los aconsejes de Trump han desechado anteriormente las advertencias sobre de qué forma el presidente escogido podría politizar a la comunidad de inteligencia, diciendo que fueron el presidente Joe Biden y su administración los que inyectaron política partidista en las agencias de inteligencia, no Trump.
Brian Hughes, portavoz de la transición, afirmó a NBC News en un correo que Trump había logrado una victoria definitiva merced a “un orden de los pies en el suelo para el cambio” y que “la gente puede aguardar una administración que refleje el compromiso de ver que esa agenda se ponga en práctica”. sitio desde el día 1.”
Desconfianza en un ‘Estado profundo’
Desde el comienzo de su primer orden en dos mil diecisiete, Trump ha tenido una relación problemática con la comunidad de inteligencia. Él y sus partidarios han retratado a los funcionarios de esas agencias –junto con el Departamento de Justicia– como una parte de un “Estado profundo” que conspira contra él.
En una rueda de prensa de dos mil dieciocho con Vladimir Putin, Trump se puso del lado del presidente ruso sobre sus agencias de inteligencia cuando se le preguntó si pensaba que Moscú había interferido en las elecciones de dos mil dieciseis.
“Tengo gran confianza en mi gente de inteligencia”, afirmó Trump en el acontecimiento en Helsinki. “Pero les afirmaré que el presidente Putin fue exageradamente fuerte y poderoso en su negación hoy”.
Otro crítico de la comunidad de inteligencia, el exrepresentante Devin Nunes de California, asimismo podría estar entre los aspirantes para el puesto de la CIA bajo una nueva administración Trump, conforme aconsejes del Congreso y activistas republicanos.
Otras posibles elecciones para el planeta de la inteligencia incluyen: John Ratcliffe, el excongresista de Texas que se desempeñó como directivo de inteligencia nacional en el orden precedente de Trump; Robert O’Brien, exasesor de seguridad nacional de Trump; y el miembro del Senado Marco Rubio.
La investigación del fiscal singular Robert Mueller sobre si la campaña presidencial de Trump de dos mil dieciseis trabajó con Rusia para derrotar a la demócrata Hillary Clinton encolerizó de manera profunda a Trump y sus partidarios. La investigación, que concluyó en dos mil diecinueve, no halló pruebas de colusión, mas no llegó a ninguna conclusión sobre si Trump había obstruido la justicia.
En contestación a la investigación, el exfiscal general Bill Barr nombró un fiscal singular para investigar al FBI y la investigación de la comunidad de inteligencia sobre Trump. Tras una investigación de 4 años, el fiscal singular John Durham emitió un mordaz informe de trescientos páginas que afirmaba que el FBI había actuado con negligencia cuando abrió la investigación basándose en información vaga e deficiente.
Sin embargo, Durham descubrió que ningún alto funcionario del FBI o de la CIA había cometido delitos. Los dos procesos penales que empezó, los dos por patraña, acabaron con la absolución de los jurados de los acusados.
Trump y sus aliados, no obstante, prosiguen pintando al Departamento de Justicia y a la comunidad de inteligencia como una burocracia hostil con funcionarios públicos que persiguen al presidente.
Después de la victoria electoral de Trump el martes, Steve Bannon. uno de los viejos aliados de Trump, solicitó “justicia” y castigo contra los funcionarios del FBI, el Departamento de Justicia y la CIA que, según él, lo habían perseguido a él y a Trump y dañado al país.
“Ahora pagarás el costo por procurar destruir este país”, afirmó Bannon.
Espionaje interno pasado
Ex funcionarios de inteligencia y seguridad afirmaron que sus ex colegas se preparan para un periodo bastante difícil en el que podrían enfrentar problemas sobre el cumplimiento de órdenes que consideran poco morales o perjudiciales para la seguridad nacional.
“Realmente espero que los miembros de la comunidad de inteligencia sean desafiados a decidir si enfrentarse a Trump o no, tal y como lo fueron reiteradamente a lo largo de su primer mandato”, afirmó un asistente del Congreso.
Exfuncionarios de inteligencia no están conformes sobre si Trump procuraría emplear las agencias de espionaje contra contrincantes políticos nacionales y, si lo hiciese, de qué forma responderían el personal de inteligencia y los tribunales.
Tras el escándalo Watergate se decretaron leyes que prohibían de manera expresa el uso de las agencias de espionaje contra los estadounidenses. Las medidas fueron en contestación a que la administración Nixon usó a la CIA para compilar información de inteligencia sobre participantes de la manifestación nacionales que se oponían a la guerra de Vietnam.
Nixon asimismo procuró, sin éxito, lograr la ayuda de la CIA para cancelar una investigación del FBI sobre el hurto a la sede del Comité Nacional Demócrata en el Hotel Watergate, que desató el escándalo.
Un ex alto funcionario de inteligencia afirmó que, pese a sus deficiencias, la comunidad de inteligencia no se transformaría de forma fácil en un servicio de espionaje interno y que muchos de los oficiales de carrera se negarían a proseguir órdenes ilegales.
“Se resistirían bastante a volverlo contra el pueblo estadounidense”, afirmó el ex funcionario.
Miles de nombramientos políticos
Los aliados de Trump han pedido que se revise un esmero al final de su último orden, cuando altos funcionarios planificaron destituir a miles y miles de funcionarios de todo el gobierno federal y sustituirlos con personas designadas políticamente.
No está claro si Trump y aquellos a quienes nomine para dirigir la comunidad de inteligencia procurarán sustituir a un elevado número de funcionarios de las agencias de espionaje.
Los presidentes encaran pocas restricciones legales en lo relativo a su autoridad sobre las agencias de inteligencia, afirmaron especialistas legales y ex altos funcionarios.
“La ley deja mucha discreción” y Trump tendría “manos bastante libres”, conforme Glenn Gerstell, quien trabajó como consultor general de la Agencia de Seguridad Nacional de dos mil quince a dos mil veinte.
Los partidarios de Trump afirman que las horribles advertencias sobre el futuro de las agencias de inteligencia bajo una nueva administración Trump son histéricas y exageradas, y que su historial en la Casa Blanca muestra que robusteció las agencias de espionaje.
Los partidarios de Trump afirmaron que sería razonable que el presidente escogido ejercitara control sobre la comunidad de inteligencia por medio de personas designadas políticamente, para asegurar que las agencias hagan las políticas del presidente sin subterfugios burocráticos.
“No importa de qué lado estés políticamente, deberías apreciar el control político pues no deseamos que este país se transforme en un estado de seguridad”, afirmó un exfuncionario próximo al equipo de Trump.
El esquema de acción propuesto por la Heritage Foundation, titulado “Proyecto dos mil veinticinco”, demanda que el presidente escogido escoja de forma rápida un subdirector de la CIA, que no precisaría la confirmación del Senado y podría “iniciar de manera inmediata a incorporar la agenda del presidente”.
“Se deben designar personas auxiliares en la agencia conforme sea preciso para asistir al Directivo a inspeccionar su funcionamiento”, asevera el informe.
El documento asimismo solicita romper “la camarilla de burócratas en DC” trasladando ciertas direcciones de la CIA fuera del norte de Virginia, donde se halla la sede.
Robert Litt, quien se desempeñó como consultor general de la Oficina del Directivo de Inteligencia Nacional de dos mil nueve a dos mil diecisiete, afirmó que introducir personas designadas políticas en la administración de las agencias de espionaje en cantidades sin precedentes podría distorsionar la manera en que se examina la inteligencia y conducir a investigaciones ilegales o maliciosas. resoluciones aconsejadas.
“Creo que sería algo muy, malísimo para la comunidad de inteligencia y para la nación si la comunidad de inteligencia estuviese dominada por un conjunto de fieles políticos”, afirmó en una entrevista con NBC News a inicios de este año.
“Uno es el peligro de que el análisis de inteligencia no sea llamado a la mitad”, afirmó Litt. “Y el otro es el peligro de que las agencias de inteligencia sean dirigidas a hacer cosas que sean ilegales o inadecuadas”.
Este artículo fue publicado originalmente en NBCNews.com